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EcologíaOcéanos ácidos

Océanos ácidos

Texto y fotos: Javier A. Pinzón

Aún recuerdo la primera vez que vi el océano. Esa inmensidad de olas que al final rompían suavemente a mis pies convertidas en espuma podría desenvolver historias maravillosas en mi mente. Eran historias de viajes y aventuras, siempre en la superficie. Ante mis ojos de niño nunca alcancé a imaginar lo vastedad que guardaba bajo esa lámina de agua. Hoy, veinte años después, sentado a la orilla del océano Pacífico en Panamá, comprendo la importancia de esta masa de agua que cubre el 71% de la superficie de la Tierra, es la principal fuente de alimentos para millones de personas, fuente de materia prima, importante recurso energético, productor de la mayor cantidad de oxígeno con el que contamos en la atmósfera y regulador del clima mundial. Y es este último punto el que más me inquieta.

Este inmenso y vasto océano es uno de los mayores sumideros naturales de carbono. El plancton, los corales y los peces absorben gran parte del carbono que es emitido a la atmósfera. Así como lo hacen los árboles, el plancton utiliza la fotosíntesis para extraer el carbón del CO2 disuelto, iniciando la cadena alimentaria oceánica. Los corales y aquellos animales marinos que usan conchas utilizan el carbón para formar el calcio mineral CaCO3, que es la base de su esqueleto. Al morir el animal, su concha cae al lecho marino, donde poco a poco, una junto a otra, irán formando rocas. Este mecanismo natural, que lleva funcionando millones y millones de años, hoy está en graves problemas. Según una investigación publicada en la revista Nature Geoscience, dirigida por Corinne Le Quéré, la mitad del CO2 que los humanos hemos expulsado a la atmósfera durante los pasados dos siglos ha sido absorbida por los océanos y, debido a la gran cantidad, ha creado un desbalance.

Según un informe de la Royal Society of London, la mayoría del CO2 reposa en las aguas superficiales y baja el pH aproximadamente una unidad. Esto debido a que el CO2 se disuelve en el océano e incrementa la concentración de iones de hidrógeno, ácido carbónico y bicarbonato, reduciendo así las concentraciones de carbonato, lo cual produce un desequilibrio entre los iones carbonatos y bicarbonatos que se encuentran disueltos en el agua de mar. Este cambio en el balance químico del agua se conoce como acidificación de los océanos.

Desde finales de la revolución industrial, el pH del agua superficial del mar ha disminuido aproximadamente en 0,1 unidades: desde 8,2 a 8,1. En una gota de agua, una unidad de pH corresponde a un incremento de diez veces en la concentración de iones de hidrógeno, haciendo que el agua se vuelva más ácida. El océano Pacífico de América tropical tiene los valores más bajos de pH en el mundo, debido al afloramiento y a su poco profunda termoclina (línea imaginaria que separa dos masas de agua de temperatura distinta), lo cual trae agua más ácida a la superficie. Por esta razón, y contrario al resto de los océanos, este es una fuente de CO2 y no un absorbente.

Consecuencias

La reducción en la concentración de carbonato en las aguas superficiales produce una alteración de “las reglas del juego” que rigen la vida en los diferentes ecosistemas marinos. Uno de los efectos más alarmantes es la reducción en la calcificación, debido a que hay una mayor cantidad de iones de bicarbonato disueltos, que aumentan la solubilidad del carbonato cálcico. Los organismos marinos como corales, moluscos, crustáceos y equinodermos, que necesitan esta sustancia para fabricar sus conchas, cáscaras, exoesqueletos y demás estructuras protectoras o de soporte, se ven particularmente afectados.

Derek Manzello, de la División de Química de los Ecosistemas Oceánicos en la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) reportó que durante los últimos veinte a cuarenta años hubo una reducción en las tasas de crecimiento de los corales y un aumento de la temperatura de las aguas superficiales oceánicas, especialmente en el Pacífico americano tropical, donde se reporta un incremento hasta de 1 °C desde 1990.

Por su parte, Jacob Silverman y sus colaboradores del Departamento de Ecología Global en el Instituto Carnegie demostraron cómo una acelerada disolución de carbonato, combinada con una reducción en la calcificación, podría impedir el crecimiento de los arrecifes de coral en las próximas décadas. Aunado a esto, Paulina Kaniewska, de la Universidad de Queensland, en Australia, reportó que un aumento en los niveles del CO2 puede causar que los corales ramificados pierdan sus zooxantelas, lo cual causaría que haya un blanqueamiento de corales y una posible muerte. Las zooxantelas son algas microscópicas que viven dentro del tejido del coral, encargadas de hacer la fotosíntesis y proveer de energía al coral; sin ellas el coral pierde su color y muere de hambre.

En nuestros océanos existen extensas zonas cubiertas por arrecifes de coral, que constituyen el equivalente submarino a los bosques tropicales, ya que en ellos vive la mayor biodiversidad acuática. No es posible imaginar qué pasaría si dejaran de existir: el mar se convertiría en un lugar desierto donde solo unos pocos organismos podrían sobrevivir. Esto tendría fuertes consecuencias para el ser humano, pues en las zonas costeras habita la mayor cantidad de la población mundial, con una densidad que puede llegar a unas ochenta personas por km²; es decir, 2,5 veces superior al promedio total de la que habita en los continentes. Estas personas dependen en gran medida de los recursos que el mar ofrece.

Además, la acidificación de los océanos tiene el potencial de afectar la base de la cadena alimenticia marina, como los corales y el plancton, provocando grandes alteraciones en las poblaciones marinas. El plancton está compuesto de organismos, principalmente microscópicos, que viven en suspensión en la columna de agua. Es el principal alimento para muchas especies de animales y también es una fuente importante de absorción de carbono.

El problema parece ser aún más grave. El más reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial indica que este año se pasó por primera vez la marca de 400 partes de CO2 por cada millón de moléculas (ppm) como promedio mensual. Esta marca es considerada una línea simbólica de cómo la humanidad no logra frenar las emisiones de CO2 en el mundo.

La acidificación de los océanos es un hecho. Todavía queda mucho por investigar acerca de sus consecuencias y saber qué tan capaces serán los organismos marinos de adaptarse a un océano ácido. Por ahora, es obligatorio pensar en qué vamos a hacer para detener esta alarmante situación.

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